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viernes, 17 de abril de 2015
La senda del perdedor
No sabía qué es lo que quería. Sí, lo sabía. Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera que hacer nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no sólo no me atraía sino que me enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier cosa por el estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en la estructura familiar. Ir a algún sitio para trabajar todos los días y después volver. Era imposible. Hacer cosas normales como ir a comidas campestres, fiestas de Navidad, el Día del Trabajo, el Día de la Madre... ¿acaso las personas nacían para soportar esas cosas y luego morir? Prefería volver a mi pequeña habitación y emborracharme hasta dormirme.
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